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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
El juicio

¡Que no se malinterprete! El juicio del hombre invisible fue un asunto serio.

Aunque es inútil describir la escena, probablemente sea interesante recordar las circunstancias que condujeron al juicio.

El hombre invisible nació en Guingois, en 1882. Luego de comienzos prometedores en la escuela primaria, fue uno de los raros alumnos que obtuvieron el bachillerato en 1901 y más tarde, de manera natural, integró la función pública en 1904, después de haber ganado el concurso de entrada de modo brillante. De sus primeros años en el ministerio recordaremos sus informes, siempre redactados impecablemente sobre temas diversos.

Fue hacia 1910 que comenzó a desaparecer, decepcionado, como decía: “por la ausencia de perspectiva del mundo.” Pero claro, esto resulta un poco insuficiente.

Su desapego tomó un viso odioso cuando decidió dejar de venir a la oficina.

Su defensa busca negar ese punto, destacando que estuvo siempre presente, aunque menos perceptible a la mirada de los otros. Evidentemente, se trata de una maniobra. Estar presente no tiene ninguna variante: uno está o no está. Nos podrían hacer creer que hay una especie de duda, donde uno podría estar sin estar, o que uno no estaría aun cuando esté.

¡Todo eso es un gran disparate!

En todo caso, es justo señalar que su ausencia no fue remarcada. Aunque ese punto no podría atribuirse al crédito del acusado. No remarcar una ausencia es un hecho banal completamente aceptado. Así, para dar un ejemplo corriente, nadie ha visto una ausencia de color. Un “no-rojo” es algo sin sentido, del mismo modo que el “no-verde”, o el “no-negro”.

En el caso que nos ocupa, la invisibilidad del acusado no puede ser un argumento: numerosos hombres están ausentes, pero realizan de todos modos su trabajo. Agregaría (nota personal) que la mayoría de mis amigos se encuentran en esa situación.

Pero ese caso no es aquel del criminal, que no contento con no estar ahí, afirma sin enrojecer, y cito: “que no tiene nada que mostrar.”

¡Otra vez, todo eso es un gran disparate!

La silla de la foto muestra bastante bien, creo, la vacuidad de todos esos argumentos.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. El juicio
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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