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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
El torneo

Contrariamente a las apariencias, mis bisabuelos no se amaban.

Siempre estaban peleando por menudencias, quejándose siempre para evitar comprenderse y sobre todo imaginando trucos sucios para demoler al otro.

Tenían una pasión común por las bromas asesinas, lo cual quizá los acercaba. Éramos los testigos de sus artimañas, que debían ser discretas. Su complicidad en ese ámbito era del orden de lo íntimo y querían sobre todo no exponer sus torneos a los ojos del mundo. La regla de la época era: “hacer zalamerías y poner zancadillas”, que subsiste un poco hoy en día.

Mi bisabuelo tuvo la idea del primer ataque ofreciendo a su esposa un gigantesco ramo de flores. A pesar de un fuerte dolor en el brazo izquierdo, bien conocido de su esposo, ella recibió el presente griego con una sonrisa helada. Él, contento de su victoria, expuso su rostro alegre. Y es cierto que tenía de qué regocijarse, nada permite a los pasantes detectar el golpe. Era magistral en su alcance y en su disimulación.

Sin duda demasiado confiado, no pareció darse cuenta de la fina réplica de mi bisabuela. Con previsión y atención, ya había organizado el golpe siguiente. Sabía que su esposo sufría de dolores de espalda fuertes, es decir que no podía agacharse sin pena.

El pañuelo que hizo caer a sus pies no era solo una invitación. Era una orden de la buena educación: el esposo debe recogerlo bajo pena de pasar por un patán. Ella sufría en silencio, su ramo de flores en el brazo, saboreando el instante en que su esposo se diera cuenta.

Los dos estaban contentos. Uno por el instante presente, el otro por el minuto posterior. Dos sonrisas desfasadas en el tiempo.

Y, sin embargo, era la primera vez que se alegraban juntos.

Aunque cada cual a expensas del otro.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. El torneo
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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