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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
Una admirable continuidad

Hay actitudes que no se equivocan y que de cierta manera fuerzan nuestro respeto por su continuidad.

Evidentemente, quiero hablar de la postura de la espalda.

Ciertos inocentes creen todavía que se evita sin mirarla, pero eso es insuficiente. Podemos interesarnos en nuestros pies, o levantar los ojos al cielo mirando el horizonte, pero nada reemplaza la postura de la espalda.

La técnica está probada: poniéndose sobre un costado del cuerpo, se trata de tomar apoyo en un pie y luego de comenzar un giro ligero que hace salir al inoportuno del campo de visión. Si se hace bien, la postura es eficaz y respeta la regla que se ensena a los niños: “Nunca decir no de frente.”

Pues el error más común es el siguiente: hundir su mirada en la del otro.

Y cuando se hace esto, él aparece.

Lo que no era sino un mendigo, un vendedor ambulante, un intruso, se vuelve de un solo golpe un poco más humano. Cambia brutalmente de estatuto y el “no” que se tenía en los labios es mucho más difícil de pronunciar.

En su época, Perseo lo había remarcado muy bien negándose a cruzar la mirada de la Medusa.

El peligro de los ojos es manifiesto y lo único que se puede hacer es mostrar la espalda. Esta actitud bien natural se transmite de generación en generación, no tiene la cualidad algo insípida que la asocia a una época. Se despliega desde siempre y nos une a nuestros ancestros.

Intemporal, ahistórica, la postura de espalda constituye una de las rocas profundas que constituyen nuestra estructura. Diría casi nuestra humanidad.

No se trata esta vez ni de dar, ni de recibir, sino sobre todo de no ser molestado.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Una admirable continuidad
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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