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Trazos de orquesta
 
   
   
 
« Durante dos años, tres horas al día,  trabajé dibujando a la orquesta, era la música la que me animaba a seguir y a volver cada día al ensayo. Trabajaba como escenógrafo para el ballet del teatro del estado de Xalapa, y esto me permitió encontrarme con la música. Mis dibujos son instantáneas de un momento musical, dibujaba con la música, era mi motor. Cuando el director de la orquesta paraba, yo también me detenía. »
 

Grafito

Litografías

 

 

     

   
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Epílogo
Notas de lápiz
por Marc Thouvenot
       
   
       
   
       
   
       
       
       
   
       
       
       
   
       
           
       
               
       
               
       
               
       
           
       
   
       
           
       
   
       
           
       
           
       
           
       
   
       
               
       
           
       
   
       

   
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Notas de lápiz
 
 
Los dibujos de René Espinosa son peculiares en cuanto a su temática porque nos muestran a los músicos de orquesta, pero no tocando en un concierto, sino que los presenta ensayando.

La elección de abordar el tema plástico de una orquesta es interesante, representa la reunión de un importante número de personas que se congregan con el fin de ejecutar una pequeña parte de algo que tiene mucha más amplitud. Generalmente, en las orquestas formadas por músicos profesionales, sus miembros tienen una formación de más o menos diez años y con frecuencia tienen una larga experiencia. ¿Cuántas actividades humanas reúnen a un número tan grande de personas con tan altísimo desarrollo profesional sólo para ejecutar una pequeña parte de una obra más grande? ¿Qué otro tipo de reunión, sino en la de una orquesta, se obliga a personas que tienen una fuerte personalidad, a colocar su ego al servicio de la obra de un compositor, haciendo que su voz personal sea generalmente imperceptible? ¿Quién puede percibir la voz particular de uno de los veinticinco violinistas de una orquesta sinfónica cuando, además, la meta es que toda esa sección deba escucharse como un único sonido?

En estos dibujos vemos algunas veces a la orquesta completa, pero no a un conjunto de músicos perfectamente ordenado, sino que se percibe aquí una disposición que hasta podría entenderse como desorden. Casi puede sentirse que los músicos van y vienen, como si cuando uno acabara de tocar su parte sale de la escena para hacer otras cosas.

En los trazos de René se nota algo importante de la vida de las orquestas: muchas veces las secciones trabajan de forma separada, con o sin la batuta del director. Por ejemplo, cuando el director hace repetir algo a los violinistas, ya los otros músicos se han ido y solamente quedan los atriles como la huella mecánica de los hombres que estuvieron allí.

Cuando los músicos de una orquesta se reúnen para tocar una obra en público, generalmente se visten como pingüinos. Los hombres llevan su traje negro, con corbata o corbatín, sobre una camisa blanca y zapatos negros, siempre bien lustrados. Las mujeres portan falda larga con collares de perlas llamativas (frecuentemente falsas, sino es que se trata de algún regalo, porque el sueldo de un músico de orquesta no permitiría comprar perlas verdaderas.

En una orquesta, la vestimenta es lo que asegura la homogeneidad visual del grupo. Para este fin, todos los músicos, y en particular los hombres, se visten de la misma manera, es decir con smoking. Sólo el director se distingue, un poquito, usando frac. Pero la función del traje no solamente procura la homogeneidad visual, si todos se vistieran con jeans se podría obtener el mismo resultado. La indumentaria tiene también, como función, afirmar la pertenencia a una elite, adoptando la vestimenta de la clase alta. René Espinosa, en su obra, con la magia del trazo de su lápiz, nos muestra la otra cara de una orquesta, una faceta que nadie conoce, salvo los que la acompañan en su vida cotidiana.

En los dibujos de René vemos a los músicos con la ropa que se pusieron después de tomar su ducha y desayunar. Tal como ellos salen todos los días a la calle, en ese momento se borra el estatuto social del músico.

Hay algo más en los trazos de René que resulta revelador: sus posturas corporales no corresponden a lo habitual en tal circunstancia. Se les ve con los hombros encogidos y un poco encorvados, en lugar de sentarse con la espalda derecha, bien erguidos. Los cuerpos muestran una relajación totalmente inusual. Los pies, parte importante en la colocación del cuerpo de un músico, normalmente bien puestos sobre el suelo, aquí aparecen en varias posiciones. Hasta se puede observar a un músico con las piernas cruzadas, quizá sea un percusionista, ya que son ellos los que tocan de forma más espaciada y pueden darse ese lujo.

Todos reconocemos los sonidos de una orquesta en afinación, inmediatamente antes de un concierto. En algunos de sus dibujos, René logra, por la superposición de varias capas de esbozos, darnos esa misma impresión, similar a cuando las notas que se escuchan no van juntas sino que cada quien está siguiendo su propio camino.

En otras ocasiones, como en el caso del violoncelista, el traslape de los trazados tiene una función cinética. El conjunto de líneas permite percibir los movimientos del arco, mientras que el cuerpo y particularmente la cabeza, quedan inmóviles.

La larga estadía de René con los músicos modificó la impresión que tenía de ellos. Al final de los dos años los visualizaba más como esculturas, casi de piedras. Eso se observa en sus últimos dibujos, donde cuerpos e instrumentos se reducen a formas casi abstractas.

Estos Apuntes, creados por René Espinosa, nos introducen a un mundo que pocos conocen y lo hace con trazos muy vivos que nos regalan una imagen de la vida cotidiana del músico de orquesta. Para transmitirnos ese mundo tenemos que imaginar a René llegando todos los días a la sala donde se realizaban los ensayos, con su libreta, lápices y, en ocasiones, las piedras con los crayones, el tusch, los pinceles, el godete, las tintas, el trapo, un recipiente de agua, la navaja para dar luz en las litografías… disponiendo el material a su lado, esperando las primeras notas del día que iban a ser su motor para las próximas tres horas.

 
   
 
Marc Thouvenot
[México, 2016]
Museografía: Ónix Acevedo Frómeta
 
 
   
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Dessins d'orchestre
 
 
« Deux années durant, trois heures par jour, j’ai fait des croquis de l’orchestre. C’était la musique qui me poussait à persister dans cette entreprise et à y revenir chaque jour. Je travaillais alors comme décorateur-scénographe pour le ballet du théâtre de l’Etat de Xalapa, au Mexique, et c’est ainsi que j’ai rencontré la musique. Chaque dessin correspond à un instant musical, je dessinais avec la musique, elle était mon moteur. Et quand le chef d’orchestre s’arrêtait, moi aussi, je m’interrompais. »
   
 
   
 
Notes de crayon
 
 

Ce qu’il y a de particulier dans les croquis de René Espinosa, c’est qu’ils nous montrent les musiciens d’un orchestre en train de jouer, non pas lors d’un concert, mais seulement pendant les répétitions.

Le choix de représenter l’orchestre à travers le dessin est intéressant parce qu’un nombre important de personnes y sont réunies pour exécuter une petite partie de quelque chose qui sera bien plus ample dans sa réalisation finale.

En règle générale, les orchestres se composent de musiciens professionnels qui ont reçu une formation d’une dizaine d’années et qui ont une large expérience de leur métier. Combien d’activités humaines réunissent-elles un tel nombre de personnes, si hautement qualifiées, et cela, simplement pour exécuter une petite partie d’une œuvre ? Dans quel type de réunion, si ce n’est dans un orchestre, réussit-on à obliger des gens qui ont une forte personnalité à placer leur ego au service de l’œuvre d’un autre et à rendre souvent imperceptible leur propre voix ? Qui peut discerner la voix particulière de l’un des vingt-cinq violonistes d’un orchestre symphonique quand l’objectif est d’entendre un son unique ?

Ces dessins nous montrent parfois l’orchestre au grand complet, mais jamais un ensemble parfaitement organisé de musiciens, et on perçoit ici une organisation qui touche même au désordre. On peut presque sentir les musiciens aller et venir, comme si ceux d’entre eux qui auraient fini de jouer leur partie allaient sortir de scène pour faire autre chose. Il y a quelque chose dans le trait de René qui renvoie à la vie de l’orchestre : bien souvent les différentes sections travaillent de façon séparée, sous la baguette du chef d’orchestre, ou pas. Il arrive que celui-ci fasse répéter quelque chose aux violonistes et, les autres musiciens étant déjà partis, seuls restent sur place leurs pupitres, la trace mécanique de ceux qui furent là eux aussi.

Quand les musiciens d’un orchestre symphonique vont jouer en public, ils revêtent généralement leurs habits de pingouin : les hommes, un habit noir, cravate ou nœud papillon sur une chemise blanche et chaussures noires bien astiquées ; les femmes, une jupe longue, colliers de perles ostentatoires (le plus souvent du faux, mais parfois un cadeau très apprécié, vu que le salaire d’un musicien ne permet pas l’achat de bijoux).

Ces tenues sont ce qui assure l’homogénéité visuelle du groupe et c’est pourquoi les hommes s’habillent tous à l’identique, en smoking. Seul le chef d’orchestre se permet une petite singularité en portant un frac. Mais la fonction de ces tenues ne tient pas seulement dans leur uniformité, car avec des jeans ont pourrait obtenir le même résultat, elle vise aussi à affirmer l’appartenance à une élite sociale.

René Espinosa nous procure, à travers la magie de son trait, une autre vision de l’orchestre, une facette que peu connaissent, si ce n’est ceux qui côtoient les musiciens dans leur vie quotidienne. Dans les dessins de René nous découvrons les musiciens tels qu’ils sont habillés après la douche et le petit déjeuner, tels qu’ils sont quand, jour après jour, ils sortent dans la rue sans avoir besoin d’afficher leur statut social.

Le trait de René est aussi révélateur d’autre chose : les postures des musiciens diffèrent de celles auxquelles nous sommes habitués lorsqu’ils jouent en concert. On les découvre avec les épaules tombantes et un peu courbés, et non assis le dos bien droit, le corps bien ajusté. Les corps laissent voir une détente vraiment inhabituelle. Les pieds, si importants dans la position du musicien, alors qu’en général ils reposent bien à plat sur le sol, sont croqués ici dans les positions les plus variées. On découvre même un musicien qui a croisé les jambes. C’est peut-être un percussionniste, vu que ce sont eux qui jouent le moins souvent et peuvent donc se donner ce luxe.

Nous connaissons tous les sons que fait l’orchestre quand les musiciens affinent leurs instruments, juste avant le concert. Dans certains de ses dessins, René réussit à nous faire ressentir cette même impression en superposant plusieurs strates de l’esquisse, comme au début du concert où les notes ne vont pas ensemble et où chaque musicien suit son propre chemin.

Parfois, et c’est le cas du violoncelliste, le recouvrement des traits suggère un mouvement. L’accumulation des lignes permet de ressentir les mouvements de l’archet alors que le corps, et la tête tout particulièrement, restent immobiles.

Tout ce temps passé à côtoyer les musiciens a profondément changé la perception qu’en avait René. Au bout de deux ans, il les voyait presque comme des sculptures. On le voit dans ses derniers dessins où corps et instruments se réduisent à des formes quasi abstraites.

Ces Croquis nous introduisent donc à un monde que peu connaissent, celui de la vie quotidienne du musicien d’orchestre. Par la vivacité de son trait René Espinosa nous transmet l’image de ce qu’il a vécu, jour après jour, en se rendant dans la salle de répétition. Regardons-le, avec son carnet de note et ses crayons, et parfois aussi des pierres lithographiques, l’encre de Chine, les pinceaux, le godet, une petite bouteille d’eau, le couteau qui permet de donner la lumière à la lithographie… regardons-le installer son matériel à ses côtés et attendre les premières notes du jour qui seront le moteur de ses trois prochaines heures.

   
 
   
 
Marc Thouvenot
[México, 2016]
Traduction : Sybille de Pury
[Marseille, 2016]
Muséographie : Ónix Acevedo Frómeta
 
 
   
 
   
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