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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
Sueño de niña

A ella no le importaba el agua que desbordaba, lo importante estaba en otro lugar.

En la dulzura del final del verano, Marie se había enfrascado en el juego de sus futuros. Y como cualquier niña, se dejaba llevar por sus evocaciones. Algo somnolienta, mecida por el ruido del agua de la fuente de agua del barrio, desaparecía poco a poco de la imagen.

Estaba ahí sin estar realmente ahí, como cuando se mira una cruz y se percibe una presencia. Salvo que para ella el orden estaba invertido: se creía en su presencia, pero ella ya no estaba ahí. Si se hubiera podido, se habría podido discernir un circo, flores, bailarinas y juegos. Se habrían distinguido futuros en rosa o en azul, se habrían visto los sueños. Se habría tenido cinco años.

Marie ya no estaba ahí, estaba bogando en sus sueños, decidida a no volver a su triste barrio. La fuente era su vía de pasaje, su puerta de entrada hacia otros horizontes, una pequeña falla en su vida por la cual se precipitaba valientemente, segura de no ser nunca alcanzada.

Y como el agua fluía, también podía volar.

Se hizo grande, una guirnalda en el desfile. Se hizo bella e inventó miradas como besos volados. Se hizo vieja, atenta a los juegos de sus nietos. Tuvo mil vidas y casi tantos destellos, y mil reflejos donde se miraba.

¿Y cómo no creer que ella conocía el camino? ¿Que ella sabía las direcciones y que tomando sus vías se construía el único mundo que realmente compartía?

Marie, la pequeña diosa de su propio universo hacía de sus sueños familiaridades, preocupada por borrar las puntas y las asperezas. Ella leía el mundo para volverlo más brillante. A los cinco años, sus deseos se llamaban simplicidad. Y en ese mundo de niña, se esperanzaba en el apetito de los sueños de la realidad. Marie aguardaba, segura de la encarnación del sueño.

Y contemplando la foto uno se siente casi cómodo. El momento de después no existe. Lo imaginamos, claro, pero no vendrá. Al borde de su futuro, Marie estará siempre atenta.

Y fingiremos esperar que no se despierte.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Sueño de niña
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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