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Black Mirror
“The entire History of you”
Miniserie: temporada 1, capítulo 3

Creador: Charly Brooker
Director: Brian Welsh
Guión: Jesse Armstrong
Reparto: Hannah John-Kamen, Chris Martin Hill, Paul Blackwell
Fecha de emisión original: 18 de diciembre de 2011, Channel 4, Reino Unido
Duración: 48 min.
     
 
We take miracles for granted on a daily basis1
   
 
Charly Brooker
   
     
 
   
 
Black Mirror
   
 

La emergencia tecnológica deja rezagada nuestra capacidad para procesar sus implicaciones éticas. La miniserie Black Mirror juega a mostrar un universo extrapolado a partir de la incorporación a la vida cotidiana de los efectos que la tecnología tendría –tiene– sobre nuestras vidas.

A lo largo de sus tres temporadas Black Mirror no sigue un encadenamiento narrativo. Cada episodio es independiente y se asimila al conjunto por su trasfondo temático. El tono no es solemne; hay sarcasmo, cinismo y, a veces, un poco de ese tipo de humor que nos contrae.

Se estima que para 2017 habrá alrededor de 4.77 billones de usuarios de teléfonos móviles.2 De esa cifra hay un porcentaje importante habituado a solicitar servicios diversos al asistente personal virtual. Si hace pocos años la inteligencia artificial nos habría parecido tema de ciencia ficción, es hoy ubicua en nuestras vidas. Análogamente, las realidades a las que nos confronta Black Mirror tienen ese feeling de devenir inmediato, de una ficción-realidad que podría suceder mañana.

Lo crucial de la propuesta de Brooker no está en el regodeo frente a la tecnología que nos interviene, sino la respuesta ética que activa en nosotros. Él ha dicho3 que está hecha para incomodar, para invitar a la reflexión. Y vaya si lo consigue.

Es sintomático que el Oxford Dictionary4 haya elegido como palabra del año 2016 a «post-truth», posverdad. Su sentido se establece en el efecto terrible que se observa en la política actual, en que los hechos ya no importan, las masas y sus manipuladores se mueven del lado que soplen las emociones.

En una época en que duramente se levantan los ojos de las pantallas para presenciar una realidad que se vuelve cada vez más incomprensible, dominada muchas veces por emociones que no compartimos, podríamos empezar por desconectarnos y contemplarnos, a nosotros mismos, en el espejo negro de nuestros dispositivos apagados.

   
 
   
 
   
 
   
 
Toda tu historia
   
 

«The entire History of you» narra un futuro –que podría ser muy pronto–, en el que gran parte de los seres humanos (incluso bebés) tienen un dispositivo –el grano– conectado alámbricamente a la corteza cerebral donde se guardan, a modo de disco duro perpetuo, todas los registros de nuestra interacción sensible con el mundo. Disponer de él es un acto electivo, sin embargo, como pasa hoy con las redes, se padece una leve coerción social para ser parte de ello.

En el grano se guarda absolutamente todo, incluso aquello que el sistema perceptual «biológico» descartaría –en términos atencionales– procurando cierta economía psíquica. Infinidad de veces hemos enfrentado circunstancias que quedan sin registrar en nuestra consciencia, pasando a formar parte de ese pozo infinito del inconsciente donde nuestra personal alquimia elabora el material que nos acompañará durante toda la vida.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
El registro de las vivencias es exhaustivo con este dispositivo. Sus portadores denotan una especie de hipertrofia eidética generalizada, donde toda interacción con el mundo queda indefectiblemente grabada para siempre:5 es la memoria absoluta.
   
 
Reminiscencias
   
 

El más antiguo registro «artificial» de la memoria sobre un soporte no biológico sería la escritura. Platón, en el diálogo de Fedro,6 pone en boca de Sócrates la implicación de semejante invento. Sócrates le cuenta a Fedro sobre el Dios Teut en Egipto, quien pone en manos del rey Tamus sus inventos de los números, el cálculo, la geometría, la astronomía, el ajedrez y la escritura. Le dice Teut a Tamus: «esta invención [la escritura] hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener». A lo que contesta Tamus:

—Ingenioso Teut, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella [la escritura] no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias...

La gran diferencia entre la escritura y un dispositivo como el grano, está en la producción de subjetividad que la escritura implica. Escribir no supone guardar el hecho impoluto. Interpretamos lo que percibimos, pasa por el tamiz de nuestra cosmovisión. Y como pensaba Platón (es él quien escribe), la memoria requiere de su ejercicio para conservarse. Tanto en la memoria «biológica» como en la escritura, los componentes subjetivos serán los que le den cuerpo y vida al recuerdo. En el caso del grano los hechos estarán ahí, implacables.

Memoria es lo que se recolecta, es el lugar de su almacenaje, y también, su posterior convocatoria. Recopilamos eventos, acontecimientos, sentimientos, personas, rostros, olores, sabores, sonidos, sensaciones, cifras, palabras, entre muchas otras cosas, involuntariamente y de modo asistemático.
   
 
La memoria es creativa. Lo que recordamos no son más que elaboraciones –en diverso grado– de los eventos que acontecieron, o de las personas que vimos, de los olores que percibimos, etcétera. Nuestros recuerdos son «ficcionales» y las omisiones son actos de piedad de nuestro aparato psíquico.
   
 
Recordamos llenando las lagunas con eventos extemporáneos a la rememoración, y al traer nuevamente esa memoria vendrá cada vez modificada, es decir, se transforma con el uso y con el tiempo. No se trata de «la verdad» del acontecimiento, sino de la relación tensional entre ese acontecimiento y el ahora.
   
 
Recordar tiene un componente etimológico latino: recordari, re, de nuevo, y cordis, corazón, volver a pasar por el corazón. Para los griegos, y los antiguos romanos, el corazón era la sede de la mente.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
De cualquier manera, el asentamiento perfecto que obtendríamos gracias al grano, no pasaría por el corazón; ni en la recapitulación tecnológica del botón acariciado por el pulgar, revisando y volviendo atrás, ni en la despreocupada atención al presente que el registro exacto produciría. Se impondría la lógica de la comprobación a posteriori.

Esa comprobación supone un acto analítico permanente, una semiología persistente: qué palabras fueron usadas, qué movimiento de ojos, qué gesto llevó la mano. Si la vida se vuelve una cadena de rememoraciones, ¿qué hacer con el hoy, opacado por la insistente lectura de lo que fue?

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
En la sociedad de los portadores del grano, las prostitutas no lo llevan por razones de seguridad que no se explican, pero que podemos inferir. Hay perversos asaltantes que arrancan el grano a sus víctimas para deleitarse con la vida ajena. Se descubre que alguien en la velada no lo tiene. El grupo de inmediato reacciona ante la falta: «¿Es una cuestión política?». No, se lo han arrancado. Ha sobrevivido al evento –el cual no recuerda muy bien–, pero ahora le gusta así. Todos guardan un incómodo silencio por unos instantes. «Es una moda ahora, andar sin grano». Dice alguien, tomando distancia. «Yo no podría», responde alguien más, con estupefacción ante el horror de su ausencia, y continua su argumento: «¿sabían que la mitad de los ‘recuerdos orgánicos’ que tenemos son basura? No son confiables. A la mitad de la población les puedes implantar memorias falsas, sólo haciendo preguntas clave en terapia.»
   
 
Mentira y olvido
   
 

Freud se refirió a «la novela del neurótico» como el recuento de las memorias encubridoras que buscan desesperadamente un anclaje a la realidad y que responden, por asociación y como conjunto, al deseo, la pulsión, las ilusiones, los anhelos. Estos son, a fin de cuentas, los filtros con los que leemos lo que nos acontece y sobre los que asentamos nuestra historia completa.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
¿Qué pasa con la mentira, el engaño, las medias verdades? Todos mentimos, y la mentira se sostiene en la incapacidad de los otros para «verificar los hechos». También en el olvido. Si hay modo de verificar la verdad, aunque sea con una botella a punto de cortar la yugular, el entramado se cae.

Mentir proviene del latín mentiri de raíz indoeuropea. Mens, mentís, mente, demente, vehemente, etcétera. Del verbo reduplicado meminisse (recordar) viene el latinismo memento (acuérdate). El griego reduplica esta raíz en el verbo mimneskein, recordar, y con cuya raíz se relacionan las palabras de origen griego amnesia, amnistía y mnemotecnia, así como Mnemosine, la diosa de la memoria. Mentir y memoria están fuertemente enlazados.

Si se porta el grano y se dispone de la grabación de todos los hechos y de su correlato interpretativo, ¿cómo podríamos engañarnos a nosotros mismos? A fin de cuentas es esta la línea que comienza por trazarse para mentir a mayor escala y hacia afuera. Claro que siempre es posible «saltarse» los fragmentos del streaming donde la evidencia escupe a la cara, pero el mismo hecho de evitarlos no hace más que reforzar ese hueco delator frente al que se pretende ceguera.

Todavía no se saben con precisión –desde el punto de vista neurológico–, los mecanismos de la memoria y del olvido. Estudios7 conducen a la creencia –temporal y extrapolada–, de que hay una proteína involucrada en el curso del olvido. Parece ser la primera «evidencia» de que el olvido es un proceso activo en la fisiología de los seres vivos y no sólo algo aleatorio, que descarga y libera la memoria.

El olvido es esencial en la vida. El agravio, el desencuentro, el enojo, lo bochornoso –en otras circunstancias pasajeros–, con el grano se vuelven una constante indeleble. El rencor, la distancia, lo inexcusable, tomarían el control: ¿cómo perdonar sin la posibilidad de olvidar?

La cara opuesta del grano, es decir, de la memoria absoluta, sería el absoluto olvido. No se debe pensar en las demencias que remiten a lo inevitable, sino al acto volitivo de querer olvidar hasta no dejar ninguna huellas. Hay datos de numerosos experimentos para «borrar» memorias traumáticas con diverso grado de éxito, manipulando, a nivel molecular, una proteína específica del cerebro.

Como el registro de la memoria se intensifica con emociones fuertes asociadas, el miedo, el dolor y el amor dejarían las improntas más profundas. Quién no recuerda Eternal Sunshine of the Spotless Mind, donde se apela al borrado de los recuerdos por un dispositivo externo y, de ese modo, evitar el dolor de la separación amorosa. Para lograr un procedimiento de éxito, deben eliminarse todos los objetos y circunstancias que se asocien a la persona que será suprimida. Los personajes sufrirán entonces un dolor diferente, un desasosiego, una búsqueda incesante. Es el malestar que produce la amputación la que, como extremidad fantasma, hace a la falta tangible.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
En «The entire History of you» se sugiere la posibilidad de borrar algunos registros seleccionados del streaming. Como puede suponerse, nuestro superego nos cuestionaría si el gesto nos va a ocasionar un arrepentimiento futuro. El registro se vuelve atadura, como lo es para la construcción de nuestra identidad: cada evento –y nuestra reacción a él– es lo que constituirá toda nuestra historia.
   
 
La pareja
   
 

Con el grano la vida en pareja carga sobreentendidos que podrían resultarnos chocantes. Se tendría, por ejemplo, la posibilidad de echar a andar, en el proyector de la memoria perfecta, eventos sexuales de diversas etapas de la historia, mientras se sostiene una relación con alguien diferente al protagonista del visionado. Este ejercicio de la fantasía puede ser un instrumento útil para cualquiera, sin embargo, en los personajes del episodio, se juega de otro modo: enfatiza la ausencia del tiempo presente y, muy claramente, la disociación de los miembros de la pareja.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
«The entire History of you» muestra al sujeto neurótico cargando la evidencia del engaño y la mentira: «Cuando sospechas algo, siempre es mejor si resulta ser verdad. Es como si hubiera tenido un diente dañado por años y finalmente puedo escarbar allí con la lengua y quitar toda la porquería podrida». A lo que la mujer le responde: «no es lo que parece».

He aquí la probable respuesta de alguien sin grano. O de quien sí lo tiene, pero supone no será confrontada a tal grado, que la verdad quede manifiesta. Frente al dolor del embuste él la presionará hasta obtener el «hecho» sin matices en la reproducción del visionado. Allí cada gesto, cada palabra, pondrá en evidencia la condición de lo acontecido: «sí es lo que parece».

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
«The entire History of you» nos conduce en la narrativa del desencuentro amoroso a través de la memoria perfecta que, primero, impide sostener la mentira, y luego, impide procesar el dolor. El indispensable olvido sólo es posible si se arranca el grano de la piel, se arranca el cableado del cerebro y se arranca la memoria de la vida. Fade a negro es lo que nos queda.
   
 
   
 
   
 
   
 

1 https://www.theguardian.com/technology/2011/dec/01/charlie-brooker-dark-side-gadget-addiction-black-mirror. Consultado: diciembre, 2016.

2 https://www.statista.com/statistics/274774/forecast-of-mobile-phone-users-worldwide/.
Consultado: diciembre, 2016.

3 http://www.channel4.com/programmes/black-mirror/. Consultado: diciembre, 2016.

4 https://en.oxforddictionaries.com/word-of-the-year/word-of-the-year-2016. Consultado: diciembre, 2016.

5 El caso más serio de memoria eidética es el de la memoria autobiográfica altamente superior (HSAM, por sus siglas en inglés). James McGaugh, neurobiólogo de la Universidad de California, en Irvine, publicó en 2006 un artículo sobre seis años de estudio de una paciente con estos síntomas.

6 Obras completas de Platón,  Patricio de Azcárate, tomo segundo, Madrid 1871, páginas 261-349. Facsimilar en http://www.filosofia.org/cla/pla/azc02261.htm. Consultado: diciembre, 2016.

7 http://www.cell.com/abstract/S0092-8674(14)00148-2. Consultado: diciembre, 2016.

   
 
   
 
   
 
Ónix Acevedo Frómeta, El indispensable olvido. Black Mirror: The entire History of you
[México, 12 de diciembre de 2016]
   
 
   
 
   
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