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The Lobster
Año: 2015
Duración: 118 min.
País: Grecia
Director: Yorgos Lanthimos
Guión: Efthymis Filippou, Yorgos Lanthimos
Fotografía: Thimios Bakatakis
Reparto: Colin Farrell, Rachel Weisz, Jessica Barden, Olivia Colman, Ashley Jensen, Ariane Labed, Angeliki Papoulia, John C. Reilly, Léa Seydoux, Michael Smiley, Ben Whishaw, Roger Ashton-Griffiths, Rosanna Hoult, Heidi Ellen Love
Premios:
2015: Festival de Cannes: Premio del Jurado
2015: Premios del Cine Europeo: Mejor guión y diseño de vestuario
2015: Festival de Sevilla: Sección oficial a concurso
     
 
La vida civilizada se basa en una cantidad enorme de ilusiones con
las que todos colaboramos de buena gana. El problema es que
después de un rato se nos olvida que son ilusiones y nos impresiona
terriblemente cuando la realidad se desmorona a nuestro alrededor.
   
 
J. G. Ballard
   
     
     
     
 
El universo distópico de The Lobster está construido en torno a la implantación de la pareja y la consideración de la soltería como un estado inaceptable del ser humano.
   
 
Es el quinto filme del griego Yorgos Lanthimos, en el que vuelve a esa atmósfera tirante, entre lo onírico y lo absurdo, donde los personajes se comportarán de un modo rarísimo, subyugados por los hilos invisibles que los gobiernan: un Otro rígido y desconocedor de las emociones que nos hacen humanos. Algo hay de brutal insensibilidad, pero es sólo la primera impresión. Luego, será peor.
 
Se muestran tres ambientes relacionales donde se pone a jugar el encuentro amoroso: el hotel-de-los-solteros bajo el mandato de emparejarse, el bosque-de-los-solteros-insurrectos y la ciudad-de-las-parejas. 
   
 
   
 
En el hotel-de-los-solteros se les otorga 45 días para encontrar a la persona que será su compañera de vida. Las reglas son estrictas, por ejemplo, de un lado la prohibición total de la masturbación; de otro, el obligatorio sometimiento a la estimulación sexual sin orgasmo por parte del staff del Hotel. Ante la imposibilidad de conseguir un partenaire, los humanos serán transformados en el animal de su elección.
   
 
Hay algo muy extraño en la expresión de los personajes, su emoción es tan monocorde y vacilante como los gestos su cuerpo, comparten una especie de alexitimia colectiva. Esta condición se traslada al pacto social singular: el encuentro amoroso está condicionado a compartir alguna característica evidente, por ejemplo, la miopía, la cojera o el sangrado de la nariz. El goce del otro no opera desde el síntoma que se introduce en la palabra, que se aloja en el cuerpo. Si lo pensamos un poco más, apreciaremos un elegante sarcasmo: las construcciones inconscientes, complejas e indescriptibles borradas de un manotazo. El goce retorcido. Sin embargo, ¿quién se acerca hoy al encuentro amoroso entendiendo como contingente su propio síntoma? ¿No será esta ignorancia la que nos coloca en un mundo de encuentros efímeros y frustrantes?
   
 
   
 
La directora del hotel-de-los-solteros declara cuando, valiéndose de una artimaña, el-que-cojea consigue compañera:
   
 
Estoy muy feliz porque tenemos una nueva pareja. Se conocieron hace dos días, pero ya están muy enamorados y encajan perfectamente. Los dos tienen el mismo problema con sus narices, sangran muy rápidamente. […] El curso de su relación será monitoreado muy de cerca por todo nuestro equipo y por mí personalmente. Si tienen algún problema, alguna tensión o alguna discusión que no puedan resolver por ustedes mismos, les serán asignados niños, eso usualmente ayuda, y mucho.
   
 
La primera parte de la película transcurre en el ambiente enrarecido del Hotel, conoceremos sus prácticas, usos y costumbres. La transformación en animal es descrita por el-que-cojea:
   
 
Lo que hacen en cuanto entras a esa habitación es lavar tu cuerpo y tu pelo muy bien. […] Ellos te quitan la piel, la cual se ha ablandado debido al agua y el jabón. Después quitan el corazón, los ojos y otros órganos vitales del cuerpo con tijeras y escalpelos. Luego el procedimiento varía de acuerdo al animal que uno ha elegido.
[…] Después arrojan las partes restantes del cuerpo a los barriles que están afuera del restaurante del Hotel y distribuyen la sangre a los hospitales de la ciudad. La sangre es usada en las cirugías donde no hay donantes disponibles.
   
 
   
 
Esta narración se produce en torno a una mesa, con bebidas en la mano, como si platicaran de cualquier banalidad. La cámara coloca al narrador en un extremo, reforzando la angustia en la que ya estamos inmersos. Pero ojo, y he aquí la singularidad de Lanthimos: esa angustia lleva un poco de risa, una que producimos con el ceño fruncido. Y eso pasará muchas veces, en que el absurdo nos exprime y consigue sacarnos un gesto adolorido.
   
 
David, nuestro protagonista –Collin Farrell extraordinario–, se encuentra en una situación bastante comprometida en tanto no consigue pareja posible. Decide acercarse a la-mujer-sin-sentimientos y de ahí se seguirá una secuencia insólita en el jacuzzi: la-mujer-sin-sentimientos se está ahogando con una aceituna mientras David la observa sin mover un músculo. No es que haya una perversa intención en dejarla morir, lo que percibimos es apatía, desinterés. Y mientras, de este lado del visionado de la película, nos atragantamos de angustia: ¡¿¿Por qué no hace nada?!! Porque es una prueba, que David supera con éxito. Hay una irreverencia total frente a la ética que supone el otro; la empatía, ausente. Ahora él puede ser una pareja posible, porque ha demostrado ser un-hombre-sin-sentimientos. La prueba se repetirá. La-mujer-sin-sentimientos matará cruelmente a su perro-hermano. David no supera la prueba y es el momento en que algo detona en él para cambiar las cosas.
   
 
   
 
[Voz en off]
Al principio él quería matarla de una manera horrible y dolorosa. Como la muerte que ella le había infligido a su hermano. Pensó en patearla en el estómago una y otra vez, y luego apuñalarla en el mismo lugar, en el estómago. Pero luego pensó que no tenía mucho sentido porque ella ya estaba inconsciente y no sentiría ningún dolor por las patadas y el cuchillo […] Entonces decidió convertirla en animal. La llevó a la habitación donde se hacían las transformaciones.
Le pregunté muchas veces en qué animal la transformó, pero siempre me dio la misma respuesta “eso no es de tu incumbencia”.
Esa noche dejó el Hotel, de una vez por todas. Empezó a correr sin saber a dónde se dirigía, pero se dirigía a nosotros…
   
 
   
 
A partir de este momento la película da un giro. David llega al bosque-de-los-solteros-insurrectos, donde se le recibirá y le serán expuestas las reglas de la convivencia:
   
 
—Cualquier relación romántica o sexual entre los solitarios no está permitida, y cualquiera de esos actos son castigados.
   
     
 
—Por supuesto que puedes. Mientras que no estén flirteando o nada por el estilo. Eso también es válido para las noches de baile. Todos bailamos solos. Por eso es que sólo escuchamos música electrónica.
   
 
La-líder-de-los-insurrectos explica desapasionadamente desde un lugar de amo bien ganado. Ser parte de los insurrectos supone un entrenamiento serio para escapar de las cacerías organizadas por los miembros del Hotel.
   
 
Los castigos en el bosque son severos y habrá una escala. El que sea atrapado flirteando pagará por su falta. El beso-rojo, por ejemplo, implica cortar los labios con una afeitadora. También hay sexo-rojo, patada en la pierna, huevo hervido en la axila, pulgar cortado, entre otros. La correlación entre la falta y el castigo dependerá del momento y del criterio de la líder. Vigilar y castigar parece ser lo que establece la norma allí (y allá también y donde quiera en ese mundo): se ejerce una coerción sostenida sobre los cuerpos. Si para Foucault hacía falta el principio de encierro, la reclusión en esta aparente libertad proviene de la delimitación que establece el grupo como asidero para la supervivencia: de un lado la ciudad y la persecución policial, del otro el Hotel y sus conversiones animales.
   
 
   
 
En los dos espacios relacionales que conoceremos mejor hay un instrumento de autoridad encargado de vigilar el cumplimiento estricto del pacto social. ¿Por qué coloca Lanthimos a mujeres en esa posición? Mujeres inflexibles y absurdas… quizá no sea misoginia, sino una misantropía localizada y sin reposo. El Poder no es difuso, está claramente localizado en estas damas que sonríen y requieren champú para el cabello.
   
 
Si lo pensamos con más detenimiento, este ejercicio del Poder que se nos presenta tiene más los visos nietzscheanos del drama, que de la microfísica del poder foucaltiana. El castigo no parece ser un método efectivo de disuasión, ni de conversión de las conductas y actitudes. Muchos exhibirán la marca del castigo en el cuerpo porque hombres y mujeres son seres pulsionales –libidinalidad manda– y el que aquí, en el bosque, la masturbación no sólo sea permitida sino alentada, no será suficiente para evitar la atracción sexual y que, por lo tanto, se mantenga la circulación irrefrenable de los castigos con sus efectos de dramatización sostenida, acto de visibilidad en el ejercicio de un Poder que además exige, continuamente, que todos y cada uno de los solteros cave su propia tumba.
   
 
Hay en la líder de los solteros una perversa satisfacción en el desmontaje de las construcciones fallidas de la pareja, en el sacar a la luz las mentiras que se (nos) cuentan (contamos) para soportar la alteridad del que duerme a nuestro lado. Una pequeña cuadrilla se infiltra en el Hotel en la noche. Allí se enfrentarán la líder de-los-solteros-insurrectos con la directora del Hotel y, sin mucha coacción, conseguirá que el marido decida que matarla es una buena opción, que él sería capaz de vivir perfectamente sin ella. Hasta que aprieta el gatillo sin balas. Es entonces cuando ve que todo no es más que una farsa y que tendrán que sobrevivir al desenmascaramiento de los semblantes, que como bien sabe la-líder-de-los-solteros-insurrectos es, casi infaliblemente, el punto de no retorno para una pareja.
   
 
   
 
En The Lobster los celos se abordan como índice de una verdad que podría verificarse: ¿es miope ese hombre que le obsequia un conejo a la mujer-miope que David se descubre amando? La verificación pasará también por el entresijo de lo gracioso/doloroso que Lanthimos nos hace disfrutar.
   
 
David-miope está enamorado y la mujer-miope le corresponde. Él le buscará los conejos que ella quiera. Ella le ayudará a derrotar al hombre-que-gaguea que en la operación de cacería ha estado a punto de capturarlo. Ellos van a encontrar un modo de relación que escape al control de la líder.
   
 
El desarrollo del vínculo amoroso en cualquier espacio relacional en The Lobster tiene que superar la prueba de la auscultación del gran Otro. Si en el hotel-de-los-solteros tenía signo positivo, en el bosque lo tendrá negativo. Aquí es forzoso que no se sepa, que no se note el deseo, que se cubra el amor con un manto de disimulo.
   
 
   
 
[voz en off]
Desarrollamos un código para poder comunicarnos entre nosotros, incluso enfrente de los demás, si que ellos supieran lo que estábamos diciendo. Cuando giramos nuestras cabezas hacia la izquierda, eso significa “Te amo más que a nada en el mundo”. Y cuando giramos nuestras cabezas hacia la derecha, eso significa “cuidado, estamos en peligro”. Teníamos que tener mucho cuidado al comienzo para no confundirnos. Cuando levantamos nuestro brazo izquierdo, significa “quiero bailar en tus brazos”, cuando cerramos un puño y lo ponemos detrás de nuestras espaldas, eso significa “vamos a coger”. El código creció y creció con el correr del tiempo. Al cabo de unas semanas podíamos hablar de casi todo, sin siquiera abrir nuestra boca.
   
 
   
 
En el espacio social de la-ciudad-de-las-parejas, asistimos a la estabilidad matrimonial de los padres de la inflexible líder de-los-solteros-insurrectos.
   
 
Allí, en la simulación, lo verdadero se pone en juego: David y la-mujer-miope se besan y se tocan con pasión creciente frente a los otros. El amor se muestra en el teatro de las apariencias como mera verdad. Situación que ante a la mirada reprobatoria de la líder se hará manifiesto que su secreto no está más a salvo.
   
 
Deciden abandonar el bosque y dirigirse a la ciudad. Ya son, como manda el gran Otro, una pareja que se ama. Su miopía lo testimonia para ellos. Para nosotros en la evidencia del lenguaje silente, creciente y desesperado. En esta pareja el encuentro se ha producido. El discurso nuevo es un enorme diccionario de signos de amor.
   
 
Lanthimos es hiriente, no concede una salida fácil. Su misantropía va contra nosotros y por momentos quedamos eviscerados con la crueldad, más de las veces implícita en el filme, pero perfectamente representada en nuestro imaginario. No acogemos toda la miseria del mundo, sólo una pequeña parte, constreñida en la pantalla y en la historia que nos cuenta, pero suficiente para saber que no volveremos a ser los mismos, que nos ha dejado una herida. En The Lobster no hay emancipación para nadie. Sin embargo, de ninguna manera implica que en su narrativa habría que tomar posición ética de bien o mal. Sólo podemos deslizarnos en ese universo de un gran Otro que ha decidido desconocer cómo operan las pulsiones humanas, que parece cercenar el deseo sin conmiseración. Y duele.
   
 
La-mujer-miope será ahora la-mujer-ciega. El castigo se mostrará en los ojos vendados y esas manos suplicantes extendidas. Cuando David descubre que ha perdido su vínculo sostenido en la miopía decide nuevamente cambiar los escenarios y esta vez es un  movimiento de amor. Prepara la retirada no sin antes castigar a su vez a quien ha osado atacar lo que más ama. La líder terminará viva en la tumba recién cavada como carne apetitosa para los perros. Una Ley del Talión que no alcanzamos a medir si alcanza el principio jurídico de justicia retributiva: la norma impuesta debe ser equitativa y recíproca con el crimen cometido. Acaso David ha dimensionado el acumulado de los castigos y, esta vez, no habrá conversión animal.
   
 
En The Lobster es la ceguera el castigo al amor y, no obstante, es también su única salida, porque donde haya uno que pueda ver, el goce se extravía. Y el amor queda así, finalmente, abierto a su incertidumbre.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Ónix Acevedo Frómeta, ¿Es ciego el amor? The Lobster
[México, 15 de mayo de 2016]
   
 
   
 
   
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