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Only Lovers Left Alive
Dirección y guión: Jim Jarmusch
Año: 2013
Dirección de fotografía: Yorick Le Saux
Música: Jozef Van Wissem
Música adicional: Sqürl
Reparto: Tom Hiddleston, Tilda Swinton, Mia Wasikowska, John Hurt, Anton Yelchin, Jeffrey Wright
Producción/Países: Alemania-Grecia-Estados Unidos
Duración: 123 min.
Premios:
2013: Festival de Cannes. Sección oficial largometrajes a concurso
2013: Festival de Cannes. Premio a la mejor banda sonora, Jozef van Wissem y Sqürl
2013: Festival de Sitges. Premio Especial del Jurado
2014: Independent Spirit Awards. Dos nominaciones incluyendo Mejor actriz (Tilda Swinton)
2014: Asociación de Críticos de Chicago. Nominada a Mejor dirección artística
     
 
El mundo es asimismo el infierno y los seres humanos en él son, por
un lado, las almas torturadas y, por otro, los diablos.
   
 
Arthur Schopenhauer
El arte de envejecer, § 40
   
     
     
 
   
 
   
 
La película
   
 

Un filme de vampiros que dista mucho del género, tan crepuscularmente banalizado. Aquí el vampirismo ocupa otro lugar: es la excusa de Jarmush para narrar, a través de las vidas larguísimas de los protagonistas, ciertos derroteros por los contornos de la ciencia, el arte y la memoria, pero sobre todo, exhibir el amor que se teje sostenidamente a lo largo de los siglos. Son vampiros melancólicos y diletantes a quienes el mundo les provoca más tristeza que apetito.

Only Lovers Left Alive no es película para cualquiera. Es una lenta danza que pone en juego el hedonismo de sus personajes y el nuestro. Es casi contemplativa. Pocos momentos alteran la suavidad que marca la excelente música y el trabajo con la imagen.

Filmada digitalmente por  Yorick Le Saux, utiliza la luz artificial como refuerzo del discurso fílmico de la noche. Su lenguaje visual es singular, oscuro, con un espectro de color en estrechas paletas que acentúa la blancura de las pieles.

Las locaciones de exteriores han sido elegidas con cuidado. Rincones que parecen espontáneos, desde un antro de rock en la noche de Detroit o un local de cante marroquí, en los que ellos –y nosotros– miramos desde afuera, casi como intrusos. En los interiores, abarrotados de memorias, se guarda lo que se ama y toda esa colección de objetos diversos intensifica el conocimiento del largo tiempo que han pasado cultivando placeres y memorias.

   
 
   
 

Only Lovers Left Alive es la más personal de las películas de Jarmush. No es difícil identificar su voz cuando un personaje declara el fastidio que le producen los zombies, más capaces de destruir, que de detenerse con parsimonia frente a la naturaleza y el cosmos.

Es una película para ver sin prisas, llenarse de aire con un suspiro y esbozar una sonrisa de placer.

   
 
   
 
   
 
   
 
La historia
   
 

Adam y Eve (Tom Hiddleston y Tilda Swinton) son testigos de la imparable caída del hombre, aunque hayan encontrado, en el largo tiempo que han vivido, unos pocos capaces de producir belleza.

Es esta la historia de dos sofisticados seres atemporales cuyo amor persiste a través de los siglos. Vampiros exquisitos que se deleitan con la sublimidad del arte y que, ocasionalmente, han «sembrado» entre los humanos algunas piezas –musicales y literarias entre otras– para «guiar» la pobreza espiritual de los zombies.

Adam, misántropo melancólico, se nos ofrece casi vencido en su reclusión en Detroit, mientras Eve se mueve con una cadencia refinada por las calles de Tánger. De él conoceremos pronto su entrega a la música y su colección de guitarras magníficas. De ella, la pasión por los libros y la capacidad de leer en muchos idiomas con sólo tocar las páginas. Por sus pláticas conoceremos de su vinculación con grandes nombres de la historia.

Otros dos personajes-vampiros aparecerán en el filme, ambos relacionados con Eve: Marlowe, su amigo por siglos de salud precaria y Ava, la hermana «adolescente» que será el instrumento disruptor de la placidez de la historia.

   
 
   
 
   
 
   
 
Marlowe
   
 

Amigo entrañable de Eve, con quien comparte historias de la memoria y sangre de buena calidad. Son vecinos en Tánger y será Bilal –discípulo y pareja de Marlowe– quien les guarde los secretos y medie en su relación con el entorno.

Un excelente John Hurt como Marlowe enmarcará el arco narrativo: al inicio como proveedor de buena sangre para Eve y al final, con su deceso, por un apetito mal conducido a la sangre contaminada.

Marlowe representa la amistad que perdura, ese otro tipo de amor indispensable en la vida.

   
 
   
 
   
 
   
 
Ava
   
 

Con Ava (Mia Wasikowska) llega a Detroit –y las vidas de Adam y Eve– un huracán de energía descontrolada que provocará el quiebre de la narrativa fílmica. Esta vampira «adolescente» es la expresión total y desbordada de la hybris, que en la tragedia griega clásica representaba la desmesura que conlleva el desenfreno, la soberbia, la altanería, el arrebato y el daño. Es el laisser faire propio que da rienda suelta a las pulsiones.

Por oposición, Eve y Adam representan la sofrosine, que es la contención que implica moderación y control desde adentro del cuerpo, desde la voluntad de ser. Si para los humanos la Religión y el Estado (el Otro) –cada uno a su manera– son los mecanismos represores de las pulsiones desde afuera, para los griegos –y por lo visto para los vampiros jarmusheanos la educación en la sofrosine es lo que conduce a la mesura y el justo equilibrio desde adentro. Es la sofrosine la cualidad de valor por la domesticación de la epithumia –condición del alma reprensible donde se despliega sin control el anhelo, el deseo, y que finalmente conduce a la hibris.

Ava es expulsada luego de beberse a Ian (Anton Yelchin), proveedor de las rarezas que solicita Adam, y es a partir de la disposición de su cuerpo que el escenario cambia de regreso a Tánger.
A pesar de Ava y del movimiento que suscita, hay algo blando en el tejido del mundo que los rodea. Como si a todo le faltara maldad, o como si toda la maldad del mundo pudiera ser señalada por la boca de Eve cuando la nombra, con su acento ondulado y perfecto, y su prestancia distinguida.

   
 
   
 
   
 
   
 
La sangre
   
 

Significante de la vida, la sangre se muestra en la película como referente del perjuicio humano al planeta. Para los protagonistas es difícil conseguirla limpia y pura, la que sólo obtendrán a través del contrabando y la compra ilegal. Morder cuellos es cosa del pasado, «tan del siglo XV», quizá en ello pueda leerse una posible interdicción relativa a la seguridad. La sangre contaminada mata, y en el filme alerta del deterioro del mundo de los hombres, no sólo en el estropicio hecho a la naturaleza sino a su propio cuerpo.

Son emocionalmente desbordantes los momentos en los que beben una pequeña cantidad de sangre y quedan aletargados al caer en profundo éxtasis. Los colmillos les protruyen y es sólo ese aspecto el que nos ofrece el anclaje a su condición. El «exceso» de placer forma parte de su índole, pero no es una pasión que se transmita o disemine a otras esferas de su vida, sólo dura unos minutos y vuelven a su parsimonia contemplativa. Sin embargo, el orgásmico instante reverbera un poco más en la pantalla y en nuestra memoria.

   
 
   
 
   
 
   
 
La pareja
   
 

¿Por qué Adam y Eve no viven juntos? ¿Será acaso la distancia el recurso necesario para conservar por los siglos el amor veraz y sostenido?

Esa distancia queda nulificada, sin embargo, en la simultaneidad del placer de la sangre, gracias a ciertas conexiones rituales-telepáticas, explicables –con imaginación– por el entanglement o entrelazamiento de sus almas. Abren los ojos cuando la noche es propicia, desean al otro y hacen un FaceTime con el iPhone cuando quieren. Sin embargo, el cuerpo demanda y se procura el encuentro. Eve viajará de noche hasta Detroit para encontrarse con Adam pretendiendo distraerlo de su melancólica reclusión.

No todo brilla en las almas imperecederas. Hay un dolor profundo en Adam que su esposa observa a través de una bala cuyo centro es de madera:

—¿Cómo puedes vivir tanto tiempo, y aún así no entender? ¡Esta auto-obsesión hace que desperdicies tu vida! La que podría ser ocupada en sobrevivir cosas, apreciar la naturaleza, cultivar bondades, amistades… ¡Y bailar!

El juego de ajedrez simbolizará ciertos ademanes de la pareja: ella se regodea, lo distrae, le gana y afirma su prevalencia. El amor, fantasía de fusión con el ser amado entre los humanos, se comporta diferente entre vampiros: las centurias, los milenios –vividos y por vivir– les permiten la distancia y la elaboración de un deseo que se vehiculiza en una sexualidad que no vemos, pero que barruntamos en los cuerpos entrelazados y complacidos. O será que el sexo penetrativo, de jugos corporales y olores de emanaciones, resulta innecesario y que son sus manos prodigiosas las que obran el milagro que para el resto de nosotros, condenados a los ciclos de erección y tumescencia, sólo pueden ser una fantasía.

El matrimonio es un relato y en su narrativa extensa por lo siglos se cuentan historias con mucha ligereza: «¿Y Mary? ¿Cómo era Mary Wollstonecraft?» pregunta Eve. «Deliciosa», responde Adam. Esa suerte de amor lúdico y cachondo a la vez, con popsicles de O Rh negativo surgidos del refri antiguo que Eve ha reparado y en el que almacena sus preciados libros.

¿Dónde estará la huella del tiempo en esos cuerpos pálidos y perfectos? La cronología arbitraria del hombre no remite en los vampiros más que al recuento puntual de la memoria, esa que se burla de la verdad del acontecimiento –sobre todo en los hombres–, que se registra y se recuerda en el orden en que se demanda. Cómo si no transcurrir por los siglos y revivir las anécdotas y los sucesos que no se cargan en el cuerpo sino en el alma vampírica, perdurable, perpetual.

El cuerpo apenas porta el alma, pero sobre todo porta las manos, esas que van a acariciar lo cierto.

   
 
   
 
   
 
   
 
Las manos
   
 

Escasamente podemos imaginar la sensualidad profunda de unos seres que, con un sentido perceptual sublime en sus manos, tienen la cortesía de demandar el permiso del otro para tocar, porque es a través de la piel que sabrán de historias y emociones, y conocerán lo íntimo de las cosas con sólo rozarlas.

Será quizá esa hipersensibilidad el recurso que se requiere para alimentar el amor indefinidamente: la lectura de la verdad del otro sin que esté atravesada por el lenguaje traicionero que miente, falsea y manipula.

Serán los guantes la guarda frente al otro y el signo, en su ausencia, de la aprehensión de lo que los rodea.

Eve, como siempre, la más sensible y experimentada –digámoslo de una vez: es mujer–, sabrá todo de los objetos que acaricia, lee con las manos en una especie de braille sin distinción de superficies.

Hay algo más que se enhebra en la relación de estos amantes. Es su complicidad. Es que estos vampiros jarmusheanos tienen el corazón abierto al otro, sin temor de estacas metafóricas disfrazadas de engaños. Se miman, se acompañan, se enternecen. Y leen y escuchan música en discos de vinilo. Y bailan. Y hablan de una estrella que suena gong. Y esa vida se lleva sin guantes.

   
 
   
 
   
 
   
 
La banda sonora
   
 

El soundtrack es la voz en off de Jarmush. Su grupo Sqürl, en colaboración con el holandés Jozef Van Wissem, ha compuesto una impecable banda sonora que alimenta a la languidez del filme de un cierto espesor. Un rock psicodélico –nada lisérgico– acompaña perfectamente a las imágenes construyendo una atmósfera reflexiva, melancólica, a veces con repeticiones/reiteraciones que apelan al trance tras beber la pequeña copa de sangre.

En los títulos de las piezas leemos la narrativa de la película. Todos los tracks están entretejidos, sin que pierdan la identidad musical.

La música es coordenada y estrella orientativa, en los discos de vinilo que escuchan, en los instrumentos que pone en juego Adam y en el laud que Eve le regala en Tánger, cuando casi desfallecen de inanición. Con el rasgueo de sus cuerdas es que finalmente Adam nos explicará la acción fantasmal a distancia, y será entonces que todo cobre sentido al entender el amor que sobrevive.

 
 
   
 
   
 
   
 
Only Lovers Left Alive
   
 

Sólo los amantes sobreviven, y uno se queda pensando si es gracias al amor que se profesan –y al hambre que los inhabilita– que se arriesgan, al final, a morder a aquella pareja que se besa en Tánger.

Será que la sangre enamorada queda libre de impurezas: leucocitos y eritrocitos nutritivos de amor. Será que los «convierten», en ese acto vampírico de conmiseración para con los humanos, y con ello Jarmush pone en juego el sentido del título, denotando la posible supervivencia de los amantes locales. Sería el triunfo de la vida –es un modo de decir– en tanto vampiros recién convertidos, frente a la muerte posible al devenir en alimento.

Sin embargo, es importante que los amantes Adam y Eve sobrevivan, porque son ellos los únicos capaces de recordar con detalle la historia. Volverán a sus lejanías geográficas, a sus guantes espléndidos que los alejan del conocimiento innecesario del otro, a sus angustias misantrópicas. Y sobreviven, porque mientras haya amor no habrá distancia que los separe:

Adam: When you separate an entwined particle, and move both parts away from the other, even at opposite ends of the universe, if you alter or affect one, the other will be identically altered or affected... Spooky.
[Cuando separas una partícula entrelazada y mueves ambas partes lejos una de otra, incluso hacia los extremos opuestos del universo, si alteras o afectas a una de ellas, la otra se verá afectada o alterada de idéntica manera... Espeluznante].

   
 
   
 
   
 
Ónix Acevedo Frómeta, La noche para siempre. Only lovers left alive
[Plage de l'Espigette - México, 18 de julio de 2016]
   
 
   
 
   
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