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Memento Mori
 
   
   
   
   
  « Hay fotografías que no se toman, sino que se hacen, se construyen deliberadamente en un proceso creativo donde tan importante es la conceptualización y la intencionalidad del proyecto, como el conocimiento y el ejercicio del medio fotográfico. » Fernando Florit   Agradezco a Jeanette Moreno Silva por remontarme hasta el Parnaso en sus Alas Enormes. A las ninfas Vicky Varela, Natàlia Neira e Irene Catena por su belleza de espíritu y lirismo inspirador. A Mario y Adam por guiarnos hasta el campo de batalla. A Melvis por su cándida hospitalidad guajira. A Horacio Ochoa y Korovo Films Oc Tavi y Li Li Li) por la parafernalia bélica. A Alberto Ajón por la imprescindible poesía.

   
   
 

   
   
Epílogo
La vida fugaz
por Ónix Acevedo Frómeta
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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La vida fugaz
 
 
En Memento Mori, la fotografía no es espejo o huella de lo real, sino un acto de re-presentación, de escenificación conceptual. No hay corte elegido en el flujo del tiempo, o sección espacial de algún lugar previsto: es el teatro de la muerte en el sentido fuerte, más allá de la expresión barthesiana del acto de fotografiar como una pequeña muerte. Aquí la muerte es grande; el sacrificio y el dolor son el contenido mismo hecho cuerpo en las mujeres –siempre mujeres– que Fernando coloca en un universo enrarecido, vestidas de uniforme miliciano y coreografiado en un entorno natural.
 
 
Hay una ambivalencia de lo real/irreal en las imágenes, las que con su carga simbólica remiten inmediatamente a ciertas referencias, por ejemplo, a las MTT (Milicias de Tropas Territoriales, un absurdo invento cubano que mantenía a la población en constante pie de guerra), guiño que seguramente escapa a quien no conozca el contexto conceptual de las escenas. Sin embargo, son a la vez tan universales, que puede sentirse el abismo al que nos invita. La belleza y lo horrible, la sangre y el vacío, el agua que todo lo lava y el fango que penetra en las heridas.
 
 
Las disposiciones corporales que organiza Florit retoman, en su expresión, el éxtasis de la mística iluminada a lo Bernini o Michelangelo; se intuyen La Pietà, el cadáver de Ofelia flotando en el río, la muerte del miliciano de Capa. Hay rostros y cuerpos transidos, expuestos a la lluvia, pero sobre todo, a una entrega que uno adivina sin sentido: miradas vacías prestas a conectar con el más allá de los argumentos, de los discursos, de los banderas, de las ideologías. Son muertes heroicas/eróticas –la mort/la petite mort–, que celebran el retorno al paraíso y el abandono de la violencia de las armas y la guerra.
 
 
Son todas escenas de contemplación de la muerte para, en un giro reflexivo, abrazar la vida fugaz, el memento mori, que nos toca vivir.
 
 
 
 
Ónix Acevedo Frómeta
 
   
   


Fernando Florit, Memento mori
Exposición: Nepantla, 2016
Museografía: Ónix Acevedo Frómeta
   
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