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La vida fugaz |
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En Memento Mori, la fotografía no es espejo o huella de lo real, sino un acto de re-presentación, de escenificación conceptual. No hay corte elegido en el flujo del tiempo, o sección espacial de algún lugar previsto: es el teatro de la muerte en el sentido fuerte, más allá de la expresión barthesiana del acto de fotografiar como una pequeña muerte. Aquí la muerte es grande; el sacrificio y el dolor son el contenido mismo hecho cuerpo en las mujeres –siempre mujeres– que Fernando coloca en un universo enrarecido, vestidas de uniforme miliciano y coreografiado en un entorno natural. |
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Hay una ambivalencia de lo real/irreal en las imágenes, las que con su carga simbólica remiten inmediatamente a ciertas referencias, por ejemplo, a las MTT (Milicias de Tropas Territoriales, un absurdo invento cubano que mantenía a la población en constante pie de guerra), guiño que seguramente escapa a quien no conozca el contexto conceptual de las escenas. Sin embargo, son a la vez tan universales, que puede sentirse el abismo al que nos invita. La belleza y lo horrible, la sangre y el vacío, el agua que todo lo lava y el fango que penetra en las heridas. |
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Las disposiciones corporales que organiza Florit retoman, en su expresión, el éxtasis de la mística iluminada a lo Bernini o Michelangelo; se intuyen La Pietà, el cadáver de Ofelia flotando en el río, la muerte del miliciano de Capa. Hay rostros y cuerpos transidos, expuestos a la lluvia, pero sobre todo, a una entrega que uno adivina sin sentido: miradas vacías prestas a conectar con el más allá de los argumentos, de los discursos, de los banderas, de las ideologías. Son muertes heroicas/eróticas –la mort/la petite mort–, que celebran el retorno al paraíso y el abandono de la violencia de las armas y la guerra. |
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Son todas escenas de contemplación de la muerte para, en un giro reflexivo, abrazar la vida fugaz, el memento mori, que nos toca vivir. |
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Ónix Acevedo Frómeta
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Fernando Florit, Memento mori
Exposición: Nepantla, 2016
Museografía: Ónix Acevedo Frómeta |
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