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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
Rockefeller: una bella alma

Conocía a Rockefeller solo de reputación, pero desde la primera mirada creo que nos gustamos.

Lejos de considerarme como una persona inoportuna, tuvo un singular movimiento de labios que indicaban claramente su deseo de saber más de mí y de mi demanda. Yo me atreví apenas a mirarlo y casi automáticamente puse mis manos en su espalda para expresar mi deferencia.

A mi lado Jacques, turbado, volteó la cabeza.

Lo que siguió fue excepcional desde todo punto de vista. Ese hombre infinitamente rico e infinitamente apreciado me escuchó en silencio, luego abrió los brazos para darme un abrazo que no merecía. “Su proyecto es singular —me dijo en un soplo— y ¡voy a financiarlo!”.

La escena de la foto lo representa justamente antes de su gesto amistoso y filantrópico. Creo que se adivina toda la ternura escondida en sus ojos, toda la compasión de su rostro, toda la amistad que tiene por el género humano.

La sensibilidad no se exhibe, ciertamente, pero se la puede reconocer con tanto acierto como el color del agua. El mundo está hecho de signos y marcas, y descifrarlos puede ser fuente de dificultades. A menudo uno se fatiga para encontrar el humor detrás de unos ojos pálidos e inexpresivos; para adivinar el dolor bajo una sonrisa; o la felicidad en la lágrima que fluye sobre una mejilla.

Pero con Rockefeller se sabe enseguida a qué atenerse. Es una bella alma que irradia un dulce fuego detrás de los ojos, como un calor en la noche.

No me sorprendería que en el próximo siglo se lo recuerde; que se alabe su bondad; que se le consagren plazas y edificios. Que se haga de su nombre un símbolo para todos los desheredados de la Tierra.

¡Rockefeller! Lindo nombre que suena como una esperanza.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Rockefeller: una bella alma
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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