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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
El embajador

El embajador tenía un deseo de multitudes que, a su edad, no podía satisfacer más que con los gorriones.

Entonces venía al jardín para lanzar sus arengas, poco preocupado de saber si se comprendían. Por lo demás, no recordaba haber sido tan seguido anteriormente por los gorriones.

“Ya verán pequeños amigos, la geopolítica me dará la razón un día.” Es posible, por supuesto, que los volátiles hayan estado emocionados con el viejo hombre, pero parecían interesarse menos en él que en su mano.

El embajador hacía sus discursos, los pájaros recogían las migas. Era suficiente para el uno y para los otros.

Había creído toda su vida en la diplomacia; los gorriones habían creído toda su vida en la bondad del hombre. Los dos se habían equivocado, pero no les importaba. Para el embajador, el mundo se había dividido siempre así: los que contaban para él y los que no contaban.

Para los gorriones era exactamente la misma cosa.

Se encontraban entonces en ese campo de juego, intercambiando sus impresiones, comparando los destinos de las naciones.

Por supuesto, por un lado, el discurso parecía construido, en cambio, del otro lado, todo era retorcijos y saltitos esquivos. Pero en el fondo, se reunían en lo esencial: la soledad y el hambre.

Poco importaba que el embajador se hubiera equivocado toda su vida. Él era escuchado y los pájaros parecían amados. Los dos tenían razones para encantar al otro. Y se entregaban a ello de todo corazón.

¿Quien se atrevería a criticar lo que hace un poco al hombre y mucho al gorrión?

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. El embajador
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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