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La favorita: trailer

Dirección: Yorgos Lanthimos
Guión: Deborah Davis y Tony McNamara
Fotografía: Robbie Ryan
Reparto: Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hoult, Joe Alwyn, James Smith, Mark Gatiss, Jenny Rainsford, Tim Ingall, Basil Eidenbenz, Timothy Innes
Género: Comedia dramática
Duración: 121 minutos
Título original: The Favourite
Estreno: 18/01/2019

     
     
     
     
 
La historia de La favorita se desarrolla a inicios del siglo XVIII, cuando reina Anne de Inglaterra (Olivia Colman) gobierna bajo el férreo dictado de Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz), esposa del duque de Marlborough, General de los ejércitos de la reina, mientras el duque lidera las tropas inglesas contra las francesas, en una guerra de la que Anne sabe menos que nada.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 

Aunque es una película denominada de época, no le interesa cuidar la fidelidad histórica, sino que emplea los anacronismos como parte orgánica de la narrativa. Entre una coreografía con toques modernistas y una la banda sonora donde conviven Bach, Vivaldi y Elton John. El ritmo peculiar de la fotografía y la edición nos aleja de formas más convencionales del cine de época.

En el filme no hay un pasado "real", ni un presente verificable. Se define aquí un tipo de cronotopo presentado como pasado, pero cuyo lenguaje y contenido semejan actuales. La película utiliza tanto la forma como el contenido para socavar cualquier grandilocuencia. Fuera de toda solemnidad, se complace en mostrar el ridículo ambiente de la corte y los entretenimientos –a veces repugnantes– como el gordo bufón con peluca rosa que "baila" desnudo, sujetándose protectoramente los genitales, mientras lo acribillan a frutazos.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
El diseño de la producción, el vestuario, la escenografía, todo abona a un ambiente sofisticado. El director de fotografía, Robbie Ryan, filma exclusivamente con luz natural: los días con los ventanales y las noches con velas y chimeneas. La cámara utiliza con frecuencia un gran angular de 6 mm lo que concede una inmensidad semiesférica a muchos de los planos. Esta anamorfosis del espacio deja una sensación de enrarecimiento, reforzando la narrativa de un mundo extraño, pero creíble.
   
 
   
 
   
 
   
 

La música es elegida con finura discursiva, sosteniendo la narrativa con extraordinaria solvencia. La filmografía de Lanthimos (Kynódontas, 2009; The Lobster, 2015; The Killing of a Sacred Deer, 2017) tiende a la misantropía. Suele representar microcosmos crueles y despiadados, regidos por leyes singulares, donde predomina una narrativa desconcertante, distópica a veces. Mientras en Kynódontas (Canino) Lanthimos teje un mundo familiar donde el control se establece a través del lenguaje, en The Lobster (Langosta) el control es del imaginario a través los dos universos paralelos del sanatorio y el bosque (el primero, como el Estado represor; el segundo, la igualmente represora apariencia de anarquía). En La favorita se disecciona el centro del poder absoluto, operando aquí desde el sujeto de la pulsión.

La trama comenzará a anudarse con la llegada de Abigail Hill (Emma Stone) a la corte. Representa a una joven venida a menos, que fuera una noble caída en desgracia. Apela al parentesco con Lady Sarah, para solicitar empleo en el Palacio. Ubicada en las cocinas, es este el momento de descubrir las pasiones de los de abajo: las envidias y las condiciones mínimas de subsistencia van a catalizar en Abigail la urgente necesidad de trepar en la escala social, de que le sea devuelto lo perdido.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Sarah es el poder detrás del trono. Amiga de la infancia de la reina, le ha ganado el especial lugar de decirle la verdad a la Monarca: "Pareces un tejón con ese maquillaje. ¿Crees que puedes atender a la delegación rusa así? Vete adentro, ya me ocupo yo". Es Sarah quien manipula los grupos de poder, desplaza a la oposición y concede a quienes están a favor de la guerra: "hay que atacar a los franceses ahora que están debilitados. Sin tregua, sin pactos". No olvidemos que su marido representa el belicismo inglés.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Con Anne se define el universo tonal de La favorita, dominado por la debilidad de la reina: dolor físico y emocional que derivan en amargura e histrionismo histérico. Desde ese lugar pretenderá tomar decisiones políticas, no por el interés de la corona, sino como parte del acting out que se ha vuelto su vida.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Anne está establecida en la carencia: la falta en sus anhelos afectivos "todos me dejan, todos mueren"; la falta de lo que se necesita para sostener el poder, la ignorancia total de los temas de Estado. La pérdida de 17 hijos: "cada muerte se ha llevado un pedazo de mí". Ha suplantado a los hijos muertos por conejos –todos nombrados y reconocibles– y será este uno de los elementos alrededor de los que la batalla entre las mujeres se desenlaza: Sarah los detesta, pero Abigail simula interés, despertando así el de la reina: "¿Sacamos a los niños?".
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 

El deseo de cada una de las tres mujeres se manifestará en un entramado interdependiente. Anne quiere ser reina, que no lo es porque lo sea; Sarah la sostiene y gobierna en su lugar y allí está su deseo –en un patriotismo militarista entreverado con el poder castrense del marido. Abigail quiere remontar el descalabro social: "mi padre me apostó a las cartas a un viejo alemán gordo con un pene delgado". Necesita el soporte de Sarah para acceder a la reina. Las tres mujeres se verán trenzadas en esta dinámica competitiva y manipuladora, llevando el conflicto a puntos encarnizados. Sarah y Abigail buscando el modo de suprimir a la otra del camino a la reina, con Anne al centro del juego perverso, quien también sacará aprovecho.

En una elaborada maniobra político-oportunista, Abigail consigue casarse con Lord Masham, un militar de la corte quien, en la noche de bodas en su cama le dice: "ven que estoy duro" y ella lo masturba con el mayor desdén mientras maquina sobre su competencia con Sarah, pensando en los siguientes pasos que va a dar para seguir escalando en sus ambiciones, sin percatarse acaso como va dejando trozos de sí misma en el camino. O quizá es que tanto de ella ha ya ha quedado desperdigado en su joven vida –"no volveré a las calles a prostituirme con soldados sifilíticos"–, que no hay más que seguir adelante en su principio de "veo por mí misma, y si el bien de Inglaterra se alinea con ello, será una feliz coincidencia".

Una noche en la biblioteca, Abigail descubre el secreto bien guardado: Sarah es la amante de la reina. Logra escabullirse sin ser vista, pero su sonrisa nos confirma que, por fin, tiene un plan: se acuesta desnuda en la cama de la reina y finge haberse dormido cuando la Monarca la confronta. Esa noche será ordenado que Abigail la satisfaga. Es entonces sobre ese cuerpo impotente de la reina que la batalla de poder va a desenvolverse: Sarah, la amante y Abigail, la oportunista, quienes a través de la sexualidad encontrarán el favor de la reina, ese, que convierta finalmente a una de ellas, en La favorita.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 

El ámbito sexual será único sobre el que la reina realmente gobierne: demanda, exige y se complace. Cualquiera de las dos mujeres obedecerá, en el entendido de que la subyugación es parte de su goce. El sexo se comprende entonces como una relación asimétrica de dominación-sumisión, lo que se parece mucho a las prácticas políticas de la Corte.

En La favorita se observa un entramado femenino, determinado a atrapar en su red a aquellos que les sean necesarios para solventar sus propios intereses. El poder se presenta en escala multidimensional: desde Anne y el poder absoluto –al menos nominalmente– "por que yo lo digo/mando/ordeno". Sarah, detentando el poder en la sombra, presta a controlar la debilidad de la reina. Abigail, en la manipulación del hombre que se enamora de ella y que le sirve de peldaño en su plan de ascenso: "vienes a conquistarme o a violarme", a lo que él responde: "¡soy un caballero!". "Violación, entonces", contesta, abriéndose de piernas en la cama.

En esa trama, los hombres están relegados del poder. Son dependientes de la voluntad de ellas, irrelevantes para la toma de decisiones y hedonistas. Quizá las exageradas pelucas, el exceso de maquillaje, los lunares y los tacones los transvierte. O, quizá, la artimaña está debajo del pliegue: en una inversión simbólica de los roles de género que, más que un discurso feminista de empoderamiento, lo que muestra es la terrible realidad de que, en tanto comportamiento pulsional, tanto ellas como ellos son hablados por un inconsciente; que todos son corruptibles y que la iniquidad del poder no tiene género.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Hay un momento en que Harley (Nicholas Hoult), líder de la oposición en el Parlamento, confronta a Sarah, disgustado porque ella le bloquea acceso a la reina: "es una asquerosa distorsión del sistema". Sarah se le encara con una violencia contenida mientras Godolphin (James Smith), el Primer Ministro, quien ha presenciado la escena acompañado de su pato Horatio, comenta: "la dignidad de un hombre es lo único que le impide volverse loco", a lo que Sarah responderá: "Algunas veces a las damas les gusta un poco de diversión".
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
La confrontación sigue escalando. Abigail envenena a Sarah, quien sale a montar a caballo y cae, siendo arrastrada y fuertemente herida. Esta narrativa se desarrolla paralelamente a la diversión cortesana de arrojar fruta al bufón, quien gordo y grotesco en su desnudez termina por resbalar y caer simultáneamente (en el tempo cinematográfico) que Sarah del caballo. Aquí Lanthimos muestra la pérdida de dignidad en dos escalas tonales: una termina en la risa y el juego, mientras que la otra bordea la tragedia. La caída del bufón inconsecuente; la de Sarah, es el preludio de su fin.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 

Para las tres mujeres, su cuerpo se expresará como carne doliente en algún momento del filme: en Anne, se manifiesta en los dolores de la gota y otros terribles padecimientos. Grita, llora y vomita. En Sarah, al caer del caballo, se produce una espantosa herida en la cara. Rescatada en un lupanar, pasa días rodeada de la ominosidad del sexo sostenido en su campo visual, sucia, herida y bajo amenaza de ser prostituida. Abigail es empujada al fango, azotada, golpeada y, también, borracha, termina vomitando en presencia de la reina.

Cuando Sarah finalmente regresa al Palacio, recuperada del envenenamiento, se enfrenta a la reina y le exige: marchar en una batalla ofensiva contra los franceses, subir los impuestos al doble y expulsar a Abigail de su compañía; todo ello a condición de no publicar las cartas de amor lésbico que Anne le ha escrito y que sumiría a su reinado en el escándalo. Aunque Sarah, arrepentida del chantaje, queme las cartas, Anne ya ha mandado a que se le retire la llave que es, literal y simbólicamente, el medio de acceso a la reina. La llave que abre la puerta secreta a los laberintos ocultos del Palacio, así como la entrepierna de la Monarca. Abigail tiene ahora la llave y con ella el poder, la proximidad física de la complacencia y la prerrogativa en la mediación de la manipulación política, no desde el conocimiento de la dirección del gobierno, sino desde el lugar de la marrullería y la prebenda.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Abigail ha conseguido finalmente el destierro de Sarah y su consolidación como la nueva favorita –con los enormes beneficios que esta posición le concede. La vemos sentada, leyendo, en el aposento de la reina. En una actitud arrogante, pisa con desdén uno de los hijos-conejos, el que chilla adoloridamente. Esto hace que la reina despierte y vea con estupor la escena frente a ella. Se levanta a tropezones exigiéndole a Abigail –quien acude presurosa y subordinada– un masaje en la pierna. Ya sabemos que se trata de una demanda masturbatoria. Obliga a Abigail a arrodillarse y la prende del cabello en un ademán de dominio, típico gesto de la felatio. Es la escena final: Lanthimos usa disoluciones entre los rostros de Abigail y Anne, combinado con los conejos, muchos conejos, todos sobreponiéndose en ese enmarañado cuadro que aventura la tragedia, si no física, sí emocional en el dolor y la pérdida. Son los 17 conejos que subliman a los hijos perdidos, es la objetualización de Abigail que ve derrumbarse su ilusión de libertad.
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 

En La favorita no hay bondad. El ser humano –sea mujer u hombre– es oportunista, manipulador, envidioso. Es la batalla por el poder donde se lucha con todo, a costa de todo. Aquí las tres protagonistas pierden: Anne pierde a Sarah, el amor de su vida, quien le hablaba con la verdad, por cruda que fuera, y gobernaba en su lugar; Sarah pierde su país al ser desterrada y expropiada de su riqueza, desgajada de su visión de una Inglaterra fuerte y belicista, también pierde a Anne a quien quería, aunque fuera su marioneta o precisamente por ello; Abigail termina de rodillas masturbando a la reina, humillada y perdida de su deseo.

En la película puede leerse también la pérdida de la humanidad –y aquí la misantropía de Lanthimos se muestra–, en la reflexión de la incapacidad humana para organizarse justamente en sociedad. No es solo la inmoralidad de la monarquía y del poder absoluto, sino de cualquier orden socio-político, donde el poder organizado es corrompido por la pulsión humana, las motivaciones ocultas y la estulticia llena de buenas intenciones.

   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Coda
Hay un elemento poco observado y que pertenece a un diferente campo semántico: el diseño tipográfico en la película. Los capítulos, e incluso uno de los carteles del filme, emplean una disposición tipográfica que encuadra, con espaciamientos singulares, las frases del texto. Es de celebrar el extraño de humor de los títulos:
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
   
 
Ónix Acevedo Frómeta, La favorita, tres mujeres frente al enigma del deseo
[México, 21 de marzo de 2019]
   
 
   
 
   
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