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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

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Source gallica.bnf.fr / BnF
Source https://fr.pinterest.com/pin/560768591081438760/
Las Tres Gracias

Se les había pedido que se vistieran y que se colocaran un pañuelo en sus cabellos. Este siglo no era mojigato, pero tenía sus maneras de vestir.

Cualquiera no puede ser una estatua y lo que se puede mostrar a veces, en un caso, no se expone en una playa. La desnudez es la hija sutil de la belleza, se la acepta en las esculturas a condición de que el modelo no se exhiba.

Hablando claramente, no es la desnudez la que está en juego, sino la opinión. Una estatua, incluso finamente lograda, no tiene ninguna opinión que compartir, el flujo de nuestros pensamientos la deja indiferente. Lo sabemos bien: ninguna de nuestras reflexiones ha llegado nunca a romper el silencio de los objetos. A cambio de ello, el silencio es nuestra libertad. Podemos simplemente observar sin preocuparnos por los juicios de valor.

La vergüenza, la envidia, el pudor, el deseo y la burla son pequeños hábitos que no tienen que ver con la desnudez de Las Gracias. Y el velo que algunos quieren poner a veces sobre sus espaldas suena como algo absurdo: ¿cómo esconder un cuerpo que no existe? ¿Cómo esconder opiniones bajo un sudario? ¿Cómo evacuar pensamientos bajo un pedazo de tela?

Se les pidió que se vistieran para tomar la fotografía. “Pero es sólo una foto" —dijeron ellas en coro, “—¡no somos nosotras! Lo que vale para la piedra, ¿no vale también para el papel?—”.

El error es humano, por supuesto, pero aquí tomaba aires encantadores.

Los censores se alegraron de corazón y dijeron: “Pero ¿no ven ustedes que la opinión se imprime sobre el papel? ¿Que incluso fijadas en el negativo, ustedes continúan estando presentes? ¿Que se tratará entonces de una desnudez real y no solamente representada? ¿Que lo que ustedes muestran es una verdadera demostración? ¿Que la opinión de este siglo protesta contra un tal abandono? ¿No ven ustedes todo eso?”

Podemos apostar a que Las Gracias fueron arrastradas por ese diluvio de preguntas.

Finalmente, una de ellas tomo la palabra: “¿Usted no piensa que, en un siglo de distancia, cuando no estemos más aquí, el mundo será más indulgente? No habrá nada detrás de la imagen porque habremos partido. ¿Podría ser entonces que nos unamos con las Tres Gracias? Que la opinión se desvanezca, que se nos haga estatuas, que se nos retire de la influencia, ¿que podamos al fin subsistir?”

Lo dudo mucho. Pero podemos soñar.

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Las Tres Gracias
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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