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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
Nacimiento

Apenas salida de las aguas, gracias a la redecilla, Afrodita, aún joven, se puso a gritar.

“¡Encima eso moja!” –pensaba llorando.

Sin duda, se la había extraído antes de tiempo. En su deseo de hacer bien las cosas sus madres no habían sabido esperar. Para Afrodita eso era asaz inquietante y se tranquilizaba como podía, diciéndose que estaba siempre en el centro del mundo.

Para calmarla, su tío hizo blanquear la espuma marina.

“Bueno ¿y ahora?” —se dijo ella. “¿Dónde están mis pretendientes? ¿Dónde están mis pintores? ¿Dónde está mi Botticelli?”. Como vemos, el problema no era su belleza, ya inmensamente evidente, sino el hecho de que se sintiera ridícula con los pies mojados.

Otras nubes comenzaban a aparecer en sus pensamientos.

“¡Ah!” —dijo mirando sus piernas —¡Pero todavía soy una niña!”. Y, claro, no se equivocaba. Para sus madres, Afrodita era magnífica, pero para ella era demasiado temprano.

“¡No es lo que se había dicho!” —gritó dirigiéndose a su padre. Se acordaba perfectamente de sus palabras: “Nacerás de la ola marina, serás la hermosura y los hombres y las mujeres se prosternarán ante ti”.

Un bello programa que había aceptado. Pero nadie le había explicado nunca que tendría que crecer.

En un cambio de humor bien comprensible golpeó el suelo con el pie. “¿Y cuando es ese futuro?”. Pero ella ya sabía qué le responderían.

Contempló los años que le quedaban por recorrer, los despertares nocturnos, los llantos, los biberones, los pañales, los besos, las caricias, las caídas, la escuela. Vió el trayecto y todas las trayectorias. Y supo, como se puede saber, que tendría que esperar la primera emoción.

Fue saliendo del agua que se hizo esta promesa: “¡Un día voy a renacer!”.

De repente, un poco calmada por su situación tuvo una risa cristalina.

Como todos los niños frente al océano…

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Nacimiento
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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