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Mundos de antaño

Christophe de Beauvais

Chroniques Source gallica.bnf.fr / BnF
Un niño grande

Sé bien que voy a decepcionar. Y que todos los admiradores del gran hombre se encolerizarán conmigo. Pero, en honor a la verdad, debo decir lo que en aquella época todo el mundo sabía: Clemenceau se chupaba el dedo pulgar cuando se aburría.

Para mí, no se trata de hacerlo caer del pedestal –el Tigre quedará siempre como el gran hombre de nuestra memoria–, pero quizá se trate de hacerlo más humano.

Sabemos que el tiempo altera, que borra las imperfecciones del ser para conservar solamente la imagen histórica, el retrato magnificado.

El nombre Georges se borra detrás del apellido Clemenceau. Debemos pues rehabilitar, rehacer hacia el pasado el trayecto de nuestras memorias, reencontrar el individuo detrás de la estatua y, quizá, excepcionalmente, hacer revivir al niño.

Ya que, ¿cómo no ver en la succión del pulgar un remedio interior? ¿Cómo no sentir también las angustias del niño? Pero no es en realidad la dirección que voy a explorar, la exégesis no tiene salida cuando concierne lo íntimo.

No, lo que quiero recordar es que uno se aburría mucho en las sesiones. No había nada que hacer sino escuchar, concentrar toda su atención durante horas de discursos de los otros, escuchar a veces conferencias relajantes, y todo ello sentados en sillas incomodas. ¡Había razón para buscar la evasión!

Georges chupaba su dedo como otros leen el periódico, escriben su correspondencia o dejan sus pensamientos volar hacia la cena de la noche. En esos lugares cerrados, en esas prisiones de poder, hay una voluntad de estar siempre en otro sitio, un deseo de escaparse. Y como no se puede escalar los muros, la mayoría se inventa historias.

Para Clemenceau es todo muy diferente. El gesto es asumido, y tiene esa cualidad límpida de los niños que dicen la verdad. Ningún deseo de engaño en ese pulgar en la boca. Concentrado en su succión, él puede navegar hacia otros mundos mientras escucha a los demás.

Más aún, el gran hombre lo ha dicho: “Cuando se es joven es de por vida.”

¡Qué bella lección para nuestros contemporáneos!

Christophe de Beauvais, Crónicas minúsculas, Mundos de antaño. Un niño grande
[Rabat, 2016]
Traducción al castellano de Mariella Villasante Cervello con la colaboración de Guillermo Nelson Peinado

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